“Cuando estaba embarazada veía el parto como el final de la historia. Después comprendí que en realidad esto no había hecho más que comenzar.”
Es común relacionar la palabra hospital con enfermedad, quizás sea esa la razón por la que impone respeto estar dentro de él. Como pacientes es un lugar en el que podemos sentirnos fuera de nuestro medio, ansiosos y expectantes. Si a la experiencia del parto le sumas la emoción de ser papás, la tensión de que todo salga bien y la incertidumbre que te genera una situación incontrolable ¡quién no estaría abrumado! Cualquier circunstancia puede generar una situación estresante para la futura madre y todo su entorno. ¿Es posible estar mentalmente preparados para todo lo que venga?
“ El día del parto ha sido el peor de mi vida, lo estaba pasando fatal y no quería ni imaginarme lo que estaba sufriendo ella. Me sentía culpable por pensarlo cuando yo me encontraba perfectamente.”
Las protagonistas
¿Tenemos las mujeres occidentales cierto recelo a la salida del bebé de nuestro cuerpo? ¿Nos sobrecoge que el parto se desarrolle de una forma diferente a lo imaginado? Culturalmente se nos ha inculcado pudor y dolor a la hora de dar a luz. Durante la dilatación es frecuente encontrar a la madre concentrada escuchando lo que está ocurriendo en su cuerpo, absorta en sus pensamientos, incluso conversando con su pareja entre contracción y contracción.
“Creo que es necesario ir físicamente preparada, pero si no llevas un trabajo psicológico estás perdida. Para mí ha sido muy complicado, mis nervios, dudas y preocupaciones me dejaron en shock. Por ahora no me planteo tener más.”
Recibir una atención sanitaria y acompañamiento sensible a las necesidades específicas de cada mujer influirá significativamente en la calidad y grado de satisfacción de la experiencia. La actitud para encararlo, la percepción sobre lo que ocurre alrededor y la vivencia individual también serán factores determinantes.
“Hay que intentar desmitificar, ser conscientes y realistas, a sabiendas que las cosas pueden cambiar sin previo aviso. Para mí el dolor ha sido relativo, de hecho disfruté un montón, y tengo un recuerdo súper positivo.”
Me asombra la valentía y coraje, especialmente de las madres primerizas, para afrontar lo desconocido. Ya que el expulsivo es una situación traumática, entendiendo como tal un momento de choque físico y emocional, y que por tanto puede conducir hasta el límite: de las fuerzas, de la paciencia y de la capacidad de aguante. Existe la posibilidad de sucumbir, de tomar las riendas, de superarlo y/o además experimentar un crecimiento. Vencer a la adversidad implica realización personal, lo que conlleva a tener una visión más positiva sobre uno mismo. Comprendiendo, aceptando y apreciando las características únicas y particulares que nos hacen especiales y nos guían hacia la reconstrucción interna. Cuanta más información bien gestionada tengamos, mejores decisiones podremos tomar y menos quebraderos de cabeza nos acarrearán.
“La manera en la que lo conté nada más dar a luz es distinta a cómo lo contaba al mes y cómo lo cuento ahora tras dos años. A toro pasado todo se ve desde otra perspectiva y si al final la mayoría repetimos ¡será que no es para tanto o que se nos olvida!”
Los actores “secundarios”
Los dolores no pueden compartirse y, en el caso del hombre, no va a saber lo que es traer una nueva vida al mundo, pero sí puede tomar parte en ese momento tan excepcional. Definitivamente el rol de la pareja es tan esencial como difícil de llevar a cabo, ya que debe intentar entender algo que probablemente es inexplicable. Nadie la conoce tan bien como su compañero de vida, quien seguramente sepa cómo actuar en cada momento. En términos generales es crucial tener la cabeza fría y la mente despejada, mantener la serenidad y la calma porque eso proporciona seguridad, y quizás, el saber que no está sola ante el peligro le reconforta y da fuerzas para continuar.
“Es frustrante sentir que eres inútil, ves su cara desencajada por el esfuerzo y te invade una impotencia… Encima todo el mundo parecía tan tranquilo y yo estaba entrando en pánico ¿pero no pueden darle algo o sacarle al niño ya?”
¿Sigue siendo totalmente pasiva la función del acompañante? Hoy día se sabe que todo es de vital importancia: desde una mirada, una sonrisa o unas palabras de apoyo, hasta un masaje que minimice un poco el sufrimiento, alguien que mueva sus piernas y pelvis o colabore en el mantenimiento de una postura que facilite la salida del bebé. La gran mayoría de las parturientas tiene la certeza que su pareja es el pilar en el que apoyarse para no tirar la toalla y el que optimiza todo el esfuerzo impidiendo o minimizando cualquier situación de bloqueo. Visualizar previamente las posibles tesituras en las que podéis llegar a enfrascaros (sin necesidad de ser alarmista) es una herramienta que ayuda a salir airosos de ellas.